No sé nada, de verdad.
Certeza solamente en lo que eres, y creo, será necesario, aferrarme a esa verdad absoluta que se produce en mí cuando por mi mente solo encuentro tu nombre, a esa irrefrenable sonrisa y calma que existe cuando recuerdo tu alegre y melodiosa risa, a esa serenidad reconfortable que existe cuando tu silencio es parte de mi dolor o de mis problemas, a esa compleja (pero placentera) situación de sentirse a la deriva y en medio de la nada, o en simples palabras, cuando me pierdo indiscutiblemente en tu mirada sin tener si quiera la intención de salir de ella, a ese momento exacto que se produce cuando tu espacio y el mio rodeados de nada, solo se tornan en un suspiro...
Y sigo buscando respuestas.
Asombro de un sin fin de sintonías mal programadas, que hacen eco profundo en los recuerdos más ocultos que se esconden en mi memoria. Pero ya no duele, ya no se siente, ya ni se asoma, y recuerdo las palabras que un día con tanto temor y tanta seguridad pronunciaron mis labios:
- "No despiertes. No intentes asomarte. Por
favor, piensa en mí. Quédate ahí sobrevolando lo incierto, lo oculto, lo
permitido. Subsiste bajo las sombras del dolor, de recuerdos que solo se
alimentan de mentiras e incoherencias, de rotundos fracasos y errores. Por tus características
diría que eres inseguro, pero no, simple y sencillamente reafirmas cada paso
que doy, estás aun en los momentos menos indicados. Te haces presente en los profundos
y eternos silencios, en la compañía puntual del dolor, en la delicadeza de una
sonrisa, en el tibio aroma de una tarde de primavera, en la soledad perdurable
que amarra con fuerza el pasado tormentoso, en el sonido perpetuo y frágil del
rose de los labios para marcar el final perfecto que solo sella un beso. Te
haces presente…
Marcas los inicios, los finales, determinas
los errores y los aciertos, sellas momentos y recuerdos, sanas y enfermas, llenas
de vida algunos minutos, y también de agonía que dura más que ciertos minutos.
Eres el compañero perfecto para unas horas de silencio, para un café por la
mañana cubierta con una frazada contemplando un delicado amanecer, para un beso
inesperado, para unas incansables y perpetuas gotas que caen como lluvia de los
ojos, para risas y carcajadas inesperadas, para un almuerzo de lunes con las
amigas y como no, también para una noche de confesiones entre abrazos y
desilusiones que sólo entre ellas se podrán entender… Para un sin fin de
recuerdos que marcarán nuestras infancias, nuestros juegos entre tierras y
pastos, nuestra adolescencia plagada de incertidumbres, dudas y temores, amores
y desamores, logros y fracasos, momentos. Solo, quédate ahí, en el ocaso de cada sentimiento mal interpretado, y cada palabra que se llevó el tiempo."
No perdí nada, porque para perder, se necesitan dos, y en este juego, solo existía uno.
¿Y quién puede resucitar las flores que pisaste ayer? |
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